El contraste ecográfico se refiere a agentes que aumentan la intensidad en la imagen ecográfica, proporcionando información precisa sobre la vascularización de las lesiones a estudiar.
Se utiliza microburbujas de gas estabilizadas, que son envueltas en galactosa o fosfolípidos para prolongar su duración en el torrente sanguíneo antes de desaparecer.

Las microburbujas tienen un diámetro menor al de un hematíe y se mantienen en el espacio intravascular.
No son eliminadas por el sistema excretor renal, sino que se disuelven en el plasma y se eliminan a través de los pulmones.
Responden a un pulso de eco generando un reflejo en su superficie por interfase ecográfica y un movimiento oscilatorio, que produce sonido.
El tiempo de vida de una microburbuja libre en sangre es de aproximadamente 20 milisegundos.
La potencia de transmisión, concepto vital, utilizada en el pulso de eco es crucial, ya que una potencia demasiado baja no generará movimiento en la microburbuja, mientras que una potencia demasiado alta puede romperla.

Se busca mantener un índice mecánico (IM) bajo para lograr el equilibrio entre la oscilación y evitar dañar la microburbuja.
La calidad de imagen en la ecografía de contraste es inferior a la imagen 2D, debido a que se requieren potencias de transmisión bajas (índice mecánico bajo) para preservar la integridad de las microburbujas.

Los efectos biomecánicos del ultrasonido, que están relacionados con la amplitud de onda, determinan la potencia de transmisión utilizada.